Hay diseños que parece que siempre han estado ahí. Son objetos que han definido un estilo y han guiado a muchos otros de su especie que, con los años, han seguido su estela. Ocurre también en el mundo de la relojería: el Rolex Datejust lleva casi ochenta años luciendo su inconfundible sobriedad y marcando el paso de la industria. Una de sus últimas encarnaciones, con caja de 31 milímetros en acero Oystersteel y oro blanco, es el ejemplo perfecto de por qué este es el reloj clásico definitivo.
Rolex lanzó el Datejust en 1945, una fecha clave en la historia de la humanidad, el año en el que el final de la Segunda Guerra Mundial configuró el mundo como hoy lo conocemos. El reloj contaba ya entonces con algunas características que lo destinaban a triunfar. En primer lugar, su mecanismo automático de gran precisión. En segundo término, una caja hermética que lo protegía de las inclemencias del tiempo y de la humedad. Y, en tercer lugar, un detalle que podría parecer nimio, pero que ha marcado hasta hoy mismo la forma en que se fabrican relojes: la disposición de la ventana en la que se visualiza el calendario.
El Datejust fue el primer reloj de pulsera en indicar la fecha en una ventana situada en la esfera, en la posición que señala las 3 horas. Así se ha continuado haciendo durante casi un siglo, lo que da la medida del éxito de un diseño. También el aspecto del reloj ha cambiado poco, con su bisel estriado y su apariencia sobria y fiable.
Acero Oystersteel
Eso sí, durante estos ochenta años Rolex no ha dejado de innovar sobre un diseño de atractivo probado. Esta última evolución, por ejemplo, se fabrica en acero Oystersteel, un material de alto rendimiento exclusivo de la firma suiza. Se trata de una aleación utilizada principalmente en los sectores aeroespacial y químico, lo que garantiza una resistencia extraordinaria. Un Datejust hecho en este material aguanta condiciones extremas a las que probablemente nunca necesite exponerse, manteniendo su brillo y sus características. El secreto está en una fabricación laboriosa, en la que el metal, tras la primera colada, se vuelve a fundir al vacío para eliminar cualquier partícula que pudiera favorecer la corrosión. Rolex somete a las entregas de acero a un proceso de revisión con microscopio electrónico capaz de detectar la menor imperfección.
El Rolex Datejust 31 en acero Oystersteel y oro blanco es un espectáculo que hay que disfrutar en directo. No hay mejor forma de comprobar su calidad y atractivo que acercándose a las tiendas en A Coruña y Santiago de Compostela de Jael Joyería, distribuidor de la firma en el norte de Galicia.