El gigante de la producción de diamantes De Beers ha anunciado que comenzará a comercializar piedras sintéticas.
Lo hará en colaboración con la empresa Lightbox, e invertirá casi cien millones de dólares en el proyecto. El cambio en la concepción de negocio de la multinacional sudafricana es enorme, pues hasta ahora había defendido la comercialización sólo de diamantes naturales pero… si no puedes con ellos, únete.
En realidad, los diamantes naturales y los sintéticos forman desde hace años dos mercados completamente diferenciados, para los cuales iniciativas como la de De Beers añaden sobre todo claridad. La diferencia química entre ambas piedras es prácticamente nula, y sólo el análisis con máquinas de altísima precisión puede dictaminar con certeza absoluta la procedencia de cada pieza.
La formación de estas piedras es, evidentemente, muy diferente. Los naturales son fruto de la enorme presión de las capas inferiores de la tierra durante siglos, mientras que los sintéticos se producen en laboratorios cristalizando carbón gracias a procesos de alta presión y alta temperatura (HPHT, en sus siglas inglesas). La forma de fabricación deriva del inventado a mediados del siglo pasado por los ingenieros de General Electric, que replica en condiciones controladas el proceso geológico.
En estas condiciones, lo más importante es que el cliente conozca exactamente qué tipo de piedra va a adquirir. Para ello existen varias certificaciones de confianza que sirven para aclarar la procedencia de cada pieza. Una de ellas, quizá la más utilizada, es la del Instituto Gemológico de América (GIA), un estándar reconocido que permite diferenciar cada diamante como si de huellas dactilares se tratase. No es el único. El Consejo Superior del Diamante (Hoge Raad voor Diamant, HRD, de Bélgica) es otro de los institutos certificadores más utilizados por los gemólogos. La confianza entre vendedores y compradores es, una vez más, la clave.